viernes, agosto 26, 2011

Ilusiones con traje viejo

De nuevo fuera a las primeras de cambio, agua fría para calmar euforias y con las puertas en las narices. Esto es Europa, el aseo y el esmoquin desvencijado no son suficientes para presentarse en sociedad sin hechuras ni distinción, caché que le dicen algunos.


¿Qué es si no la pretemporada?, periodo de saber lo que quieres y analizar lo que tienes, lo que te servirá y con lo que no harás más que descubrir tus defectos, probar lo que te da prestancia y lo que te acerca a la chabacanería, ir de compras, claro que cuando el fondo de armario está vacío por inservible éstas han de ser numerosas, y una vez probado todo mirarte en el espejo y decir “que bien me sienta”.

Un viaje a la nada cuando, al final, los zapatos nuevos que probaste los dejas relucientes y sin estrenar por los usados que no te aprietan, cuando aquella sortija pequeñita pero relumbrante, la cambias por otra más grande aunque con menos fulgor y cuando has dejado para cuando haga frío aquel abrigo señorial sin tener otro de repuesto. Sales de noche y aprieta la rasca, tiras de la manga y pareces contrahecho, aprietas los botones y el frío entra por la espalda, recordando que has dejado en el galán el nuevo traje.

Te abren las puertas y tú de pasmarote y encogido, con las manos en los bolsillos buscando lo que te falta sin esperanzas de encontrarlo y una mirada del supervisor a tus zapatos te espeta la realidad a la cara.