martes, febrero 03, 2009

Nunca me cansaré de luchar por ella, ¡la quiero!



Es bonita ¿verdad?

Para todo sevillista que peine canas como yo, esta era la mayor ilusión de ver un Sevilla campeón, “Campeón de España”, es la única competición que otorga dicho título, su apellido cambia: Copa Presidente de la República, Copa de Su Excelencia el Generalísimo, Copa de su Majestad el Rey, pero su nombre siempre ha sido uno, “Campeonato de España”.

Ver un Sevilla Campeón de Liga se antojaba, y antoja, una mera utopía en los tiempos que corren, vocerío de charlatán buhonero, por mucho que nos engañemos a nosotros mismos de la posibilidad de conseguirlo (hace un par de años estuvo cerca y la dejamos escapar), no es una posibilidad cierta, como objetivo. Quedar Campeón europeo, y más por tres veces, no entraba en los planes del sevillista más acérrimo ni en sueños, aunque a veces los sueños se cumplen, incluso los no tenidos.

Pero “la Copa” sí, siempre está ahí esperando a ser abrazada por aquel que más se empeñe en conseguirla, por eso cada vez que mi equipo la tiraba sin contemplaciones una y otra vez con equipos de segunda, me invadía una rabia incontrolable de impotencia, ya que esa era la mía, la soñada.

Aún están en mis retinas el ambiente festivo de la eliminatoria de octavos de final contra la Real Sociedad, aquella Real que osó enfrentarse y derribar al todopoderoso Real Madrid esa misma temporada, después de nosotros haber eliminado sucesivamente a Betis Deportivo, Real Betis y Valencia; una vez desembarazado del futuro Campeón de Liga, tocó en cuartos de final un Burgos en el pozo de la Segunda División (donde militaba un tal Tronquito Magdaleno) al que batimos fácilmente, abriéndose la puerta de par en par de las semifinales, donde sufrí una de las mayores decepciones que recuerdo, ante otro equipo que hacía un fútbol preciosista, el Sporting de la temporada 1980/81. Ya me veía, nos veíamos, en la Final, pero no pudo ser. Tuvieron que pasar veintidós años para ver a mi Sevilla de nuevo en Semifinales, frente a un Real Madrid pendenciero y manipulador, con Valdano a la cabeza de una mafiosa confabulación en los vestuarios del árbitro, un pelele cobarde denominado Iturralde González, decepción pero menos. Por fin, en mi tercera semifinal, la vencida, derrotamos al Deportivo y pase a la final con el Getafe, conquistando el título, por fin mi título, disfruté como si fuera el único, el último, disfruté con la alegría de la promesa cumplida un día camino de Lanjarón. Pero aquello ya es historia.

Ahora una nueva Semifinal en el horizonte, contra un histórico de la competición venido a menos, el Athletic Club, con unos cuartos de final de infarto, un Valencia cabizbajo hacia su cuartel, anfitrión de la Final, ¡cómo me recuerda esta Semifinal a mi primera de 1.981!, ambiente de finalista antes de enfrentarla, comentarios de que lo importante es la clasificación para Champions en Liga, ¿para que quiero un equipo con el dinero europeo para tener la posibilidad de ser Campeones el año que viene si estamos en puerta de serlo este año? La Liga ahora no me importa lo más mínimo, ya habrá tiempo de competirla, lo importante es la eliminatoria copera y ahí se han de poner los mejores aunque no puedan jugar el próximo fin de semana, aún siendo nuestro eterno rival el próximo en visitarnos, hace tiempo que esa Liga particular no es la nuestra.

Aquella promesa estaba incompleta, quedaba hacer el mismo camino que nos prometimos en conjura ilusoria mi amigo, compañero, hermano Antonio y yo, viendo pasar choqueros finalistas camino de Elche, ese camino lo haremos, rodearemos el Martínez Valero y le diremos que nosotros vamos más allá a Mestalla, ¡che que campo!, no me cabe la menor duda, pero primero hay que dejarse la piel, la garganta, las palmas y lo que haga falta, hay que tumbar al León.

A por la Copa, la mía, la más cercana, la ansiada, la nuestra, nunca me cansaré de luchar por ella, ¡la quiero! Y cuantas más veces mejor.