martes, mayo 20, 2008

Ni ilusión, ni animadversión

Nadie duda que el sevillismo se encuentra dividido. Por un lado los ilusionados con un nuevo proyecto con los mandos en manos de Manolo Jiménez; por otro, los que desde la eliminatoria de Champion ante el Fenerbahçe sienten animadversión hacia el inquilino del banquillo nervionense. Con unos y con otros, los silenciosos, los que en paradójicas interioridades racionalizamos nuestra postura.

Cuando la rata desertora abandonó a su suerte la nave en alta mar y se hizo efectivo el ascenso del entrenador del filial al primer equipo, lo primero que pensé fue que quien más perdía con el cambio era el propio Manolo Jiménez, me explico, el Sevilla ya estaba abocado al abismo y sacarlo de ahí era una empresa, cuando menos, arriesgada y nunca sería bastante con ese logro. Por otro lado, si conseguía los objetivos marcados por el club para esta temporada, habría cumplido con su obligación, sin más. ¿Qué ganaba con hacerse cargo en esta situación? Nada, simplemente cumplir un sueño y la oportunidad la tenía ante sus ojos. Imposible negarse.

A las primeras de cambio, su inexperiencia y su esquizofrénica búsqueda de culpables externos a él (jugadores, prensa…) se hizo sentir de forma estrepitosa, precisamente en el momento en el que las competiciones de eliminatoria, donde más se necesita de cordura y sangre fría, iniciaban su camino; su empeño en demostrarle al mundo que merecía el puesto le hizo alejarse de su filosofía, llevando parejo un poso de desconfianza y recelo hacia su sapiencia profesional que no ha podido lavar hasta el momento. Además, en las retinas rojiblancas, aún perduraba la vistosidad en el juego del equipo, ¿irrepetible?, pensaba entonces que sí. Ha sido en el momento en el que se ha visto más fuera que dentro, sin nada que perder, cuando se ha serenado, ha reflexionado y ha sido el dueño de las riendas del banquillo y, ahí, se han visto atisbos de aquel Sevilla campeón, sin embargo, ha sido tarde… para la campaña conclusa.

El riesgo es grande, tremendo, porque al primer titubeo del equipo, los recelos se tornarán en furiosas acometidas de la grada y, en ese momento, no habrá división, sino unanimidad. Pero a su vez es un riesgo que debemos asumir. Ningún entrenador de los que se han barajado nos garantizaba lo que este año hemos perdido desde el primer partido de liga, no nos olvidemos, algunos incluso vendrían a medrar en busca de renombre y una vez conseguido, vuelta a empezar, nuevas inquietudes, nuevas dudas. A Manolo ya se le conoce y él mismo habrá aprendido de sus errores en este curso acelerado de entrenador de la élite y de un equipo de élite, los demás también pasaron por él o están pasando, la diferencia que lo hacen o han hecho con otros equipos y no con el Sevilla F.C., que es el que nos duele, y tampoco han demostrado nada aún.

Mi expectación y respeto los tiene, empieza de cero, con bagaje pero de cero, démosle un voto de confianza, además no hay vuelta atrás, va a ser nuestro entrenador, nos guste o no. No me ilusiono, pero tampoco me apesadumbro, espero con ansias el comienzo de la temporada que viene y ver si realmente ha plasmado en el campo unas ideas que, con timidez, ha dejado entrever. Los mimbres serán otros aunque de semejante calidad, no me cabe duda, pero el que los va a urdir, lo hará desde el principio, a su forma, a su fuerza, sin tiranteces de otras manos ni agentes exógenos que lo vicien. O eso espero.